Históricamente se ha sostenido que los incas, en su extenso recorrido a lo largo de la cordillera de Los Andes por el Qhapac Ñan (el Camino del Inca), habían llegado, en la provincia, hasta el río Mendoza.
Sin embargo, miembros del Laboratorio de Paleoecología Humana (ICB - FCEN UNCuyo CONICET) acaban de encontrar en San Carlos, construcciones atribuidas a su civilización lo que se transforma en un gran hallazgo arqueológico. Su presencia permite sostener que llegaron incluso más al Sur de lo que se suponía y así, este nuevo sitio se transforma en el más austral en Argentina donde se han encontrado sus huellas.
El impactante hallazgo de construcciones pircadas pone en evidencia que este pueblo ocupó y controló los ambientes cordilleranos entre los ríos Mendoza y Diamante.
El descubrimiento se realizó en las inmediaciones de la laguna del Diamante y del volcán Maipo. Incluso llegaron a construir un espacio sagrado: para los arqueólogos, ese lugar tenía al volcán y la Laguna del Diamante como wacas, es decir, sitios sagrados.
Los lugares fueron identificados como LD-S25 y LD-S26 y presentan estructuras arquitectónicas numerosas y complejas.
“Está en excelentes condiciones”, afirmó el arqueólogo mendocino Víctor Durán, investigador principal de Conicet y director del Laboratorio de Paleoecología Humana Instituto de Ciencias Básicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y el Conicet.
“Incluso hay un camino de acceso marcado por piedras, parece que lo hubiesen hecho ayer, uno puede circular cómodamente”, apuntó.
Víctor tiene 64 años y está pronto a jubilarse. La vida profesional le ha dado la oportunidad de hacerlo a cargo de esta experiencia que describe como fantástica. Y eso aunque ha tenido grandes experiencias: fue parte del equipo que rescató la conocida como “momia de Los Andes” en 1985, el cuerpo de un niño de 8 años, sacrificado y depositado en las montañas alrededor del año 1500. Por aquel entonces era muy jóven, hoy irá a desentrañar las huellas del imperio incaico en la zona de la laguna donde va a estudiar hace 20 años.
Contó a Los Andes que los rastros fueron detectados por investigadores chilenos que sacaban fotografías al otro lado de la frontera para un trabajo propio y entonces se encontraron con la grata sorpresa. Ahora serán parte del equipo.
“Hemos estado mucho allí y ni los guardaparques conocían el lugar, está muy cerca del límite, pero es un área que no se transita, esta en la falda Sur del volcán Maipo y no se sube por ahí porque es un glaciar entonces ha sido muy poco transitado”, explicó el arqueólogo.
UN CENTRO CEREMONIAL
El primer estudio de los sitios fue realizado el 5 de marzo por un grupo de investigación conformado por Durán, María Sol Zárate (Becaria doctoral del Conicet), Agustín Castillo (estudiante de la carrera de Arqueología de la UNCUYO), Alberto Orellano y Jimena Martínez (Dirección de Recursos Naturales de Gobierno de Mendoza).
“Lo que estamos observando es un centro ceremonial y un centro de observación astronómico, es algo único y muy llamativo que tan al límite del imperio se haya generado un espacio así y todo está vinculado a la laguna y el volcán, ya que para ellos lagunas y cerros eran lugares sagrados”, refirió el experto. Además creen que en ese sitio se hacía una veneración al dios del rayo, Illapa o Tunupa, ya que hay marcas significativas en las piedras que eran un indicio de tal cosa.
Durán señaló que hay una corriente que sostenía que podrían haber llegado al Valle de Uco. Es que se han encontrado allí algunos lugares con cerámica inca y se creía que eran colonias. “Según la documentación histórica, cuando llegan los españoles (en 1561), los huarpes les decían que los incas habían llegado hasta el río Diamante, este hallazgo consolida esta línea”, apuntó.
Estiman que es parte de una ruta de peregrinaje, que partía de la actual ciudad de Santiago donde los incas establecieron una capital provincial un siglo antes de la llegada de los españoles a Chile Central y Cuyo.
Pero, ¿cómo saben que se trata de los incas? Durán explicó que determinadas características propias de su cultura les permiten concluirlo. “Fueron una sociedad estatal que invade y conquista Cuyo y Chile central, tenían una tecnología más avanzada que las sociedades que habitaban aquí y que se expresan en una arquitectura que sigue sus patrones, son estructuras en formas de rectángulo, los caminos de ingreso, como el camino del inca, aparecen despedrados y con piedras medianas marcado a los lados”, enumeró. Además, los pisos de las construcciones están prolijamente empedrados, algo que también aparece en otros lugares incaicos. “No hubo antes estructuras de ese tipo aquí”, subrayó el investigador.
Según estudios, la civilización inca dominó la América andina en diferentes etapas, entre los años 1197 y 1572.
OBSERVATORIO ASTRONÓMICO
El denominado LD-S25 incluye más de 20 estructuras generadas mediante muros bajos de roca. Se destacan recintos y espacios pircados con formas rectangulares, uno de ellos de grandes dimensiones (57 por 10 metros); recintos con plantas circulares de alrededor de 3 metros de diámetro; un camino de acceso de 40 metros, un muro doble lineal de 20 metros y dos pisos empedrados.
También en LD-S26, el otro espacio encontrado, hay un conjunto importante de estructuras pircadas pero allí predominan las de planta circular. Estas se destacan por dos particularidades: en primera instancia, por sus dimensiones, ya que algunas llegan a los 10 metros de diámetro, pero además, por tener en sus centros apilamientos de rocas que, estiman los arqueólogos, debieron tener forma de columnas antes de derrumbarse parcialmente. “Estas columnas de piedra, en la época de los Incas, recibieron el nombre de topus o sayhuas y servían para marcar distancias, límites y también, como en este caso, para hacer observaciones astronómicas”, detallaron.
Creen que pueden haberse usado para marcar la salida y puesta del sol durante los solsticios o equinoccios. Parte de esta información la usaban para la agricultura.
En unos 15 días continuarán con los trabajos. Harán un estudio aerofotogramétrico que implica tomar centenares de fotos desde una altura media, que serán georreferenciadas y permitirán armar una especie de mapa del lugar.
“Las tareas demandarán años”, afirmó Durán. Es que, ahora hay que buscar un especialista en arqueoastronomía, explicó, que irá a hacer observaciones astronómicas en diferentes momentos del año.
También deberán hacerse excavaciones más profundas, probablemente a partir de 2023 y se trabajará con un equipo interdisciplinario internacional.