Investigadores del Laboratorio de Paleoecología Humana (LPEH) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo y del CONICET descubrieron restos de un nuevo infante en el mismo sitio arqueológico en el que fue hallado en 2015 el “niño de Las Cuevas”. “Es verdaderamente impactante que en el mismo sitio hayan aparecido dos entierros” a aproximadamente un metro y medio de distancia uno del otro, cuenta emocionada la doctora Alejandra Gasco, codirectora del equipo arqueológico.
Los científicos trabajaban en el sitio desde el 10 de diciembre, en el área cordillerana de Las Cuevas, cuando detectaron restos óseos que llamaron su atención. Habían realizado una excavación en el mismo lugar de los años anteriores para despejar el área de vegetación y montar la cuadrícula para limpiar la zona. Fue en ese momento cuando se produjo el descubrimiento.
“Estábamos buscando el nivel estéril de la excavación, porque ya nos encontrábamos a la misma profundidad del entierro de 2015, cuando hallamos al otro niño y apareció un rasgo particular: un círculo bien definido que tenía sedimento carbonoso, muy diferente del resto de la planta, que tiene un sedimento arcilloso rojizo. Se pensó en un principio que era parte de una estructura de combustión (un fogón) y se empezó a trabajar de otra manera que en el resto de la cuadrícula de la excavación”, detalló Gasco.
Continuó: “Se alcanzó a extraer un par de centímetros con un pincel y aparecieron allí fragmentos de la mandíbula: eso nos dio la pauta de que estábamos ante restos de un infante. Le dimos entonces aviso a la bioantropóloga doctora Paula Novellino (Museo Cornelio Moyano-Conicet), que nos dio el ok para seguir despejando el entierro”.
Con herramientas especiales más finas, menos agresivas, procedieron a despejar el sedimento de los restos óseos para evaluar si el entierro estaba articulado y lograr determinar la posición en la que estaba depositado. “A diferencia del entierro anterior, que se halló en el mismo sitio, en este sí logramos determinar bien la estructura funeraria, que tiene una forma circular de unos 30 centímetros de diámetro, es decir, muy pequeña, y que está sobre el sedimento arcilloso rojo, que se considera estéril en términos arqueológicos”, describió la investigadora.
Respecto de la antigüedad del nuevo infante, los investigadores estiman que podría ser contemporáneo del anterior niño, dada la profundidad a la que fue hallado. Además, en función del tamaño del nuevo esqueleto, se supone que sería menor que el primer “niño de Las Cuevas”.
Los especialistas también explicaron el protocolo que seguirán en adelante. Uno de los miembros del equipo del LPEH, Luis Acuña, continuará con su trabajo para despejar el entierro, mientras que el resto del equipo, integrado por Sol Zárate, Ines Zonana, Darío Trillas y Agustín Castillo, continuará la excavación para determinar el paquete sedimentario estéril definitivo. A continuación, el Laboratorio de Paleoecología Humana, dependiente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN), trasladará los materiales hallados para su inventariado, catalogación y análisis. En función de estos, se determinará la antigüedad, procedencia y alimentación del nuevo infante a través de análisis de radiocarbono y de isótopos estables de carbono y estroncio, tarea que estará a cargo de Ramiro Barberena. Se harán también estudios específicos para determinar edad, género y posible causa de muerte, los que serán realizados por Paula Novellino y Gabriela Da Peña, del Museo Moyano-Conicet.
En términos generales, a nivel antropológico, se analizarán también las estrategias de subsistencia y los patrones de movilidad del grupo humano que habitaba este ambiente en el pasado. También se estudiarán las interrelaciones entre distintos grupos humanos de un lado y otro de la cordillera.
El valor patrimonial de los hallazgos arqueológicos
El anterior hallazgo ocurrió en febrero de 2015, cuando un grupo de arqueólogos del Laboratorio de Paleoecología Humana del Conicet-FCEN-UNCUYO descubrió un esqueleto de un niño de entre 3 y 5 años de edad en un valle de la cordillera de Los Andes, a 3200 msnm, muy cerca del Cerro Aconcagua. El sitio de donde proviene el entierro se ubica en la Villa de Las Cuevas, en el noroeste de la provincia de Mendoza (Argentina), casi en el límite argentino-chileno.
Este proyecto de investigación arqueológica y paleoambiental, avalado por el Conicet, la UNCUYO y la Agencia Nacional de Promoción y Tecnológica de Argentina, se dedicó a estudiar la transición que se dio en el proceso de poblamiento humano de la región, de economías cazadoras-recolectoras a agropastoriles, y la forma en que afectó a estas últimas el contacto con sociedades estatales.
El antropólogo Víctor Durán, director del proyecto de investigación y del LPEH, rememoró que el hallazgo de 2015 “tuvo gran impacto a nivel mediático, y también en el ámbito de la investigación. Teniendo en cuenta la fecha que nos dio el estudio del entierro, podemos asociar a este niño a un grupo de cazadores/recolectores. Los habitantes de la zona vivían de estas actividades. En aquel momento, el del hallazgo, nosotros teníamos una hipótesis: que esta gente, como todo cazador/recolector, debía desplazarse en el territorio, porque iban detrás de las presas, que en este caso es muy probable que hayan sido guanacos, que habitan tanto en montaña alta como en montaña media, así como en los valles”.
Hasta el inicio de estos estudios, solo se contaba con información arqueológica referida al período de dominación incaica (especialmente sobre un sacrificio de un niño que se depositó en un santuario de altura ubicado en el Aconcagua). Encontrar un esqueleto no era algo esperado por el grupo, ya que se habían descubierto muy pocos restos óseos humanos en ambientes de altura. También causó sorpresa el resultado del fechado radiocarbónico que se hizo sobre un fragmento de uno de sus huesos mediante AMS. La fecha obtenida da a este individuo una antigüedad de 5750 años. Es el más antiguo de la provincia de Mendoza y corresponde a un período en el cual las condiciones climáticas eran más favorables a las actuales (un poco más cálidas y húmedas) en la cordillera, de acuerdo con estudios polínicos.
La información arqueológica regional permite proponer que la sociedad de la que provino este individuo tenía una economía cazadora-recolectora y una organización social de tipo banda. Seguramente se trataba de grupos pequeños (de entre 30 y 50 personas) que se movilizaban, a lo largo del año, de tierras bajas a tierras altas y viceversa, para obtener la carne de animales que cazaban (especialmente guanacos –Lama guanicoe–) y vegetales que recolectaban.
“Al haberse encontrado este entierro infantil, puede asegurarse que era el grupo familiar completo el que se desplazaba (hombres, mujeres y niños) y que es probable que el valle de cordillera donde se lo dejó haya sido parte de un territorio mayor, un espacio de ocupación estacional al que se volvía en forma recurrente”, señaló Durán.
Saber ahora de dónde provenían estos antiguos montañeses y precisar aspectos de sus modos de vida es uno de los desafíos mayores del grupo de investigación. Este nuevo hallazgo permitirá ampliar los estudios en curso, que han puesto a la localidad de Las Cuevas en una posición de gran importancia dentro de la arqueología de la provincia y el país.