Laura Delgui, doctora en Biología Molecular, viróloga, Investigadora Adjunta del CONICET (IHEM) y docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNCuyo se encuentra realizando una estancia de investigación en el Instituto Pasteur de París. Allí profundiza en las condiciones que hacen que sea posible acelerar los plazos para la consecución de una vacuna que prevenga el COVID-19.
“En situaciones epidemiológicas no-pandémicas, el desarrollo y licenciamiento de una vacuna requiere, en el mejor de los casos, de un trabajo sostenido y multidisciplinario de 15 años y de una inversión de 1000 millones de dólares”, explica.
Sin embargo, aclara que "en el contexto de epidemias y pandemias se intenta reducir los tiempos para evitar daños de gran magnitud. En el caso del SARS-CoV-2 existen varias circunstancias que pueden ayudar a que los tiempos para la obtención de la vacuna se acorte".
Una de ellas es “la gran evolución de las tecnologías, capaces de procesar grandes cantidades de información a gran velocidad. Por ejemplo, en un breve lapso se secuenció una gran cantidad de genomas de SARS-CoV-2 provenientes de pacientes de diferentes países, se cultivó el virus y se está estudiando cómo ingresa en las células humanas y cómo enferma a las personas. En un corto plazo se implementaron metodologías de diagnóstico rápidas y precisas”.
Además, destaca que “la comunidad científica cuenta con trabajo de investigación y desarrollo previo, que se ha venido realizando para el desarrollo de vacunas para otros coronavirus. En particular, en uno que causó la epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS por su sigla en inglés, al virus se lo designó SARS-CoV), que comenzó en China y se extendió durante los años 2002-2003. El otro, el virus del Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS-CoV), que comenzó en Arabia Saudita en 2012 y continúa produciendo casos. Como todos ellos son virus de la misma familia, los desarrollos sobre estos coronavirus ayudan al diseño de candidatos vacunales para SARS-CoV-2”.
Otro factor que ayuda a que la línea de tiempo en el desarrollo y licenciamiento de nuevas vacunas contra SARS-CoV-2 se acorte es “la existencia de organizaciones que promueven estos desarrollos para dar una respuesta lo más oportuna posible. Una de ellas es el Fondo de Respuesta Solidaria, que busca recaudar dinero de una amplia gama de donantes para apoyar el trabajo de la OMS y sus socios con el objeto de ayudar a los países a responder a la pandemia de COVID-19. Este Fondo busca que individuos, corporaciones e instituciones privadas de cualquier parte del mundo se unan para contribuir directamente a los esfuerzos de respuesta global”.
¿Una posible vacuna pronto?
Delgui comenta además sobre los estudios que se están desarrollando en el Instituto Pasteur de París (Institut Pasteur) de cara al hallazgo de una vacuna que prevenga el COVID-19.
Previamente, explica cómo es el proceso de obtención de una vacuna para un virus: “Un virus es, básicamente, una cápside de proteínas que encapsula y protege al material genético del virus. Algunos tienen, además, una envoltura membranosa, como el SARS-CoV-2, agente causal de la enfermedad conocida como COVID-19”.
“Los virus necesitan estar dentro de una célula hospedadora para reproducirse, y durante el transcurso de la evolución han desarrollado diferentes estrategias para ingresar y usurpar la maquinaria de la célula en beneficio de su propia propagación. Por lo tanto, el primer eslabón de la cadena de producción de una vacuna es la investigación científica y el desarrollo de conocimiento acerca de dichas estrategias”, aclara.
“Necesitamos saber cómo es el virus, qué hace cuando se pone en contacto con una célula, y cómo lo hace. De esta manera es posible identificar y diseñar inmunógenos que generen anticuerpos protectores en el ser humano, y que actúen como vacuna. Luego vienen una serie de pasos que involucran determinar la dosis y la toxicidad de la vacuna en animales, y posteriormente los ensayos en humanos a diferente escala. Si el progreso es adecuado, la vacuna obtiene una licencia y aún continúan los testeos antes de comenzar su distribución en la población a gran escala", señala.
En cuanto a los estudios que se desarrollan actualmente en el Instituto Pasteur, cuenta que “el SARS-CoV-2 es un virus envuelto, es decir, porta una envoltura membranosa por fuera de su cápside proteica y, a su vez, esa envoltura contiene espículas, que le dan su aspecto característico”.
“Una vez que el virus se encuentra dentro del organismo ocurren dos eventos importantes: el primero es que el virus utiliza las espículas para ingresar a las células, y el segundo que las espículas, por su naturaleza protruyente, son las primeras estructuras virales detectadas por el sistema inmunológico con la subsiguiente generación de los anticuerpos específicos. Estos dos eventos convierten a la proteína de la espícula, proteína S (por Spike, en inglés), en una excelente candidata a ser el inmunógeno de una vacuna que prevenga el COVID-19”, concluye.
Para tener en cuenta: ¿qué es una vacuna?
Es una preparación que se le suministra al organismo para que desarrolle anticuerpos específicos, o defensas, contra un agente agresor. Este agente puede ser un virus o una bacteria. La premisa es que el componente activo de la vacuna, denominado inmunógeno, sea lo suficientemente parecido al agente agresor.
De esta forma, cuando el organismo es invadido por el agresor, su sistema inmunitario lo encuentra conocido y es capaz de neutralizarlo previniendo el desarrollo de la enfermedad. El inmunógeno puede ser una forma atenuada o muerta del patógeno, partes del mismo o trozos de material genético del microorganismo.
La vacunación es uno de los métodos más eficaces para prevenir enfermedades. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la vacunación salva entre 2 y 3 millones de vidas por año de 25 enfermedades potencialmente mortales, como el sarampión, la poliomielitis, el tétanos, la difteria, la meningitis, la gripe, la fiebre tifoidea y el cáncer cervical (OMS_Vacunas).
Fuente: Diario Los Andes